Hacia una forma andina de conocimiento

Zoila S. Mendoza


Película de Zoila S. Mendoza filmada en la peregrinación con la comparsa K’achampa de la aldea Pomanchani, región de Cuzco, Perú.

Hacia una forma andina de conocimiento

¿Por qué será que los pueblos de los Andes han decidido apoyarse en fiestas, música y danza como poderosos medios de acción social a lo largo de la historia? Esta pregunta sencilla ha impulsado mis investigaciones durante casi cuatro décadas y creo que la clave para proponer algunas respuestas radica en comprender una forma de conocimiento antigua y predominante que ha existido en la región desde hace miles de años. Un proyecto que inicié en el 2006 me ha servido para empezar a comprender, aunque sea parcialmente, dicha forma de conocimiento que, sostengo, está muy generalizada en la región sin ser exclusiva de la misma. Esta investigación se ha enfocado en las vivencias de los peregrinos en su camino al santuario del Señor de Qoyllur Rit’i (Señor de la Nieve Resplandeciente) o Taytacha Qoyllur Rit’i (Padre Querido de la Nieve Resplandeciente).(1) El Taytacha es una imagen del Cristo crucificado en una roca enorme que ahora se encuentra abrigada por una iglesia al pie de un nevado. Este proyecto me llevó a centrarme en los modos sensoriales de adquisición de conocimiento que, si bien es aplicable a cualquier área de estudio de la sociedad o la historia, cobra máxima importancia al intentar comprender los rituales o las prácticas performativas públicas de toda índole. Esta peregrinación combina antiguos principios y prácticas andinas con los que han sido incorporados a la tradición por el catolicismo, ya que las montañas y las rocas se han considerado entidades animadas y poderosas en el mundo andino desde la era precolombina.

La peregrinación

Una de las principales razones por la cual decidí participar en e informarme sobre la peregrinación al Señor de Qoyllur Rit’i fue porque la manera más común y tradicional de participar en ella es mediante la música y la danza. La historia del origen del culto al Taytacha recalca que la música y la danza son las maneras idóneas de fomentar la interacción recíproca y productiva entre los seres humanos y las fuerzas superiores. La peregrinación, que se celebra todos los años entre fines de mayo y principios de junio, es la más grande en los Andes peruanos y cuenta con la asistencia de hasta 100,000 peregrinos que vienen de toda la región andina para dirigirse al santuario. Si bien el lugar donde se encuentra el santuario ha servido para albergar prácticas rituales durante siglos, apenas empezó a cobrar importancia a nivel regional en la década de los años treinta del siglo XX. El santuario se considera el más alto del mundo, ubicado a casi 4.900 metros de altura, inmediatamente debajo del nevado Qollquepunku (Puerta plateada) en Ocongate, Cuzco, Perú. Según la forma tradicional, el peregrino caminaba desde su lugar de residencia hasta el santuario, pero hoy en día lo más probable es que menos del uno por ciento de los participantes lo hagan así. La gran mayoría llega en autobús y camión al pueblo de Mawallani, Ocongate y de ahí sólo tiene que subir ocho kilómetros a pie.

Tuve la suerte de participar (en el 2006, 2008 y 2010) en las tres últimas peregrinaciones realizadas a pie por las comparsas de danza de la comunidad de Pomacanchi, Acomayo en las que recibí una instrucción importante en cuanto a la forma de conocimiento predominante en los Andes. Para los participantes de Pomacanchi la caminata duró tres días y dos noches, caminando 137 kilómetros para arriba y abajo en las montañas, acompañados de la música incesante de flautas y tambores. Luego de permanecer dos días y medio y dos noches en el lugar, donde interpretaron sus danzas rituales y participaron en una vivencia musical constante, estos devotos quechua hablantes regresaron a su pueblo dejando desierto el lugar. En años anteriores sólo el regreso se hacía en camión pero a partir del 2011 los peregrinos de Pomacanchi también se trasladan a Mawallani en camión.

La centralidad del enfoque sensorial

Todo estudio de celebraciones, rituales y demás prácticas religiosas públicas debe iniciarse a partir de una comprensión profunda de cómo se organizan los sentidos en esa sociedad. Propongo que desde hace mucho tiempo se encuentra localizada en el meollo de la forma de conocimiento predominante en los Andes la unidad del oído, la vista y el movimiento corporal que se siente (cinestesia). Dicha unidad es un elemento esencial que les permite a los pueblos andinos aprender y recordar. Además, la cinestesia parece ser un sentido decisivo que forma y organiza a los otros dos. Evidentemente esta forma de conocimiento no es exclusiva de la región andina y tal vez sea similar en otros lugares donde la centralidad de las prácticas performativas públicas sea aparente.

Más allá de informarme sobre esta forma de conocimiento acompañando a los residentes de Pomacanchi tres veces en la peregrinación a Qoyllur Rit’i y viviendo en la comunidad durante varios períodos a lo largo de seis años, un aspecto importante de mi aprendizaje fue poder conversar con ellos en su lengua materna: quechua (el idioma autóctono del continente americano con mayor número de hablantes, aún vigente al día de hoy con entre 8 y 12 millones). Esto fue algo esencial para captar muchas dimensiones de su experiencia, que sólo se puede entender de manera completa en su idioma. También logré entender dimensiones clave enfrascándome en la tradición oral quechua desde tiempos prehispánicos hasta el presente. La tradición oral andina hace hincapié en el desplazamiento constante por el paisaje en el sentido de exploración o, muy frecuentemente, de caza o persecución. Evidentemente es el caso en la historia del origen del santuario de Qoyllur Rit’i, donde una caza final concluye con la aparición de Taytacha en la roca. Esta historia también enfatiza la centralidad de la música y la danza en la mediación del encuentro entre los dos protagonistas de la narrativa, el niño Jesús y un joven pastor local quechua hablante.

Mediante todas las ocasiones festivas los andinos aprenden y recuerdan muchos conceptos-sentimientos pertinentes. Empleo este término compuesto para insistir que pensar y sentir están siempre aunados y que debemos evitar la dicotomía cuerpo/mente que ha plagado las humanidades y las ciencias sociales desde hace demasiado tiempo.(2) Por ejemplo, un concepto-sentimiento importante es el de pampachay, que ha sido traducido conforme a la idea evangelizadora católica como “perdón.” Sin embargo, durante la peregrinación, a través de una serie de acciones acompañadas de música aprendimos que pampachay es en realidad un concepto indígena de nivelación que implica un proceso de reciprocidad que sólo se puede lograr cuando se completa una obligación públicamente.

La música es esencial para el camino al santuario y durante todos los días que dura este ritual; sirve para mediar los encuentros importantes que suceden de comienzo a fin. (Ver, escuchar la película, filmado durante la peregrinación). En mis conversaciones con los participantes sobre la importancia de la música para la peregrinación, afirmaron que sin música “sería como quedarse en casa,” “andarían como condenados,” “andarían desorientados (thama),” “andarían como ciegos (nawsa),” “o como sordos (upa).” Hay dos melodías que tocan constantemente los músico de los grupos, la Chakiri Wayri y la Alawaru. La primera, que se toca durante los desplazamientos al y dentro del santuario, recrea el encuentro de los dos protagonistas de la historia de origen, porque según la tradición tocaron esta melodía y bailaron al son de la misma cuando se encontraron y los rebaños del muchacho pastor aumentaron de manera milagrosa. Esta melodía se vincula con la felicidad, la vitalidad y el renacimiento. La segunda melodía se toca durante momentos de introspección, de saludo y al ponerse de rodillas para rezar, y se vincula con el respeto, la reciprocidad, la nivelación y la conexión con fuerzas superiores.

Volviendo a la pregunta inicial, insisto que los andinos han decidido apoyarse en festivales, música y danza como potentes medios de acción social a lo largo de la historia porque estas prácticas operan principalmente a través de una forma predominante de conocimiento y memoria que privilegia la unidad o relación intrínseca entre lo visual, lo auditivo y lo cinético (el movimiento corporal que se siente). Mientras esta forma predominante de conocimiento no cambie radicalmente, estas prácticas mantendrán su carácter central en las sociedades andinas.